El
teléfono sonó en la sala a las cinco en
punto de la mañana. Se despertó sobresaltado;
no era bueno que alguien lo llamara de madrugada. Pensó
en su hermano, que era mayor y su estado de salud no era
muy bueno. Se dirigió hacia el teléfono
esperando lo peor, pero antes de descolgarlo se colgó.
Regresó al dormitorio aliviado; sólo se
había tratado de un error. Se acostó de
nuevo y trató de conciliar el sueño, pero
nada más tumbarse el teléfono volvió
a sonar. Esta vez le dio tiempo a descolgarlo. Por el
auricular no se escuchaba ningún ruido, y daba
la impresión de que al otro lado de la línea
no había nadie. De pronto, surgió del silencio
una voz de mujer, tenue y lejana, que repitió tres
veces su nombre. Preguntó a la voz quién
era y qué es lo que pretendía llamándolo
a esas horas, pero eran preguntas cuyas respuestas conocía.
Fue una broma de mal gusto de su madre, que lo llamaba
quién sabe cómo y desde dónde. |