Una
estación de tren abandonada... En sus paredes,
sucias y llenas de pintadas, se percibe el murmullo de
viajeros que en otra época esperaban, mientras
cien ojos curiosos parecen mirar desde los huecos negros
de lo que antaño fueron puertas y ventanas. Las
farolas oxidadas no iluminan, y la herrumbre se ha instalado
destruyendo poco a poco el esplendor de una estación
al que el tiempo, en blanco y negro y siena, le ha robado
el nombre. Preside el andén un reloj muerto, y
un chasquido eléctrico en la vía, quebrada,
anuncia la imposible llegada de un convoy a la hora en
punto. Aire y sombras. Rastrojos. No queda nada. Tan sólo
una estación de tren abandonada. |