Narraciones breves
Narraciones breves

 

Dominio público
 
El morbo
José María de Acosta
 
 
El morbo
PROLOGO
 
Andábame, cierta ociosa tarde, dedicado a la busca y caza de cualquier volumen de valía, en miserable baratillo de libros de viejo, cuando, revolviendo empolvadas revistas, del año de la gumita a no dudar, apiladas en un óstugo poco visible, mis manos tropezaron con dos libretas atadas firmemente por tosco bramante. Ostentaba la una tapas de hule negro y estaba forrada la otra con risueña cretona de llamativos colorines, entre los que predominaba el tono rosa.
Quíteles la atadura y vi, sorprendido, que eran dos manuscritos, de letra varonil el de cubierta de hule y escrito con caracteres femeninos el forrado de cretona. Los hojeé y pude cerciorarme que contenían las diarias confesiones de dos corazones que, aunque distanciados por hados adversos, latieron próximos.
No necesité más para entregar al modesto librero las dos pesetillas que me exigió por la venta y marché a mi casa, con mi hallazgo bajo el brazo, más contento que unas pascuas.
Ya en mi despacho, leí reposadamente ambos cuadernos y comprendí que, mal o bien, con ellos podía formarse una novela, sin más trabajo que entremezclar las anotaciones de uno y otro Diario para que apareciesen por riguroso orden cronológico. Así como así, las dos Memorias se complementaban y esclarecían.
Puse manos a la tarea, que quedó reducida o una labor de ordenación y copia, y juzgando inútil la indicación en cada apuntamiento de si procedía de la libreta de él o de ella, ya que por su redacción o contexto el lector menos avisado sabría de deducirlo, no me cuidé de consignar esta procedencia.
Faltaba únicamente el titulo, que no es cosa baladí, y prueba que no lo es fue que me tuvo algún tiempo suspenso y turulato. Pensé, incitado por los colores de los respectivos forros de ambos manuscritos, acordes en cierto modo con los estados de alma de sus autores, titular este libro Negro y rosa, pero el fantasma de Stendhal me lo impidió. ¿No se trataría tamaño desafuero elegir un título tan análogo al de una de sus gloriosas obras?
Pronto desistí de tal idea y, después de darle mil vueltas en el meollo a esta espinosa cuestión del rótulo, decídime a titularla EL MORBO, aunque quizá El morbo espiritual fuese más adecuado.
Ya conoces, caro lector, la sencilla historia de EL MORBO. Si ella te mueve a apiadarte un poco de tus semejantes dolientes y a disculpar sus extravíos y a atenuar sus faltas, daré por bien empleado el tiempo y trabajo que eché en ordenar y copiar los manuscritos que cierta ociosa tarde tropecé en una ínfima librería de viejo.
 
JOSE MARIA DE ACOSTA
Diciembre de 1928
 
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