Dominio
público |
|
La tía Tula
|
Miguel de Unamuno
|
|
|
|
PROLOGO
|
(QUE
PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS)
|
|
«Tenía uno (hermano)
casi de mi edad, que era el que yo más quería, aunque
a todos tenía gran amor y ellos a mí; juntábamonos
entrambos a leer vidas de santos. Espantábanos mucho
el decir en lo que leíamos que pena y gloria eran
para siempre. Acaecíanos estar muchos ratos tratando
desto y gustábamos de decir muchas veces para siempre,
siempre, siempre. En pronunciar esto mucho rato
era el Señor servido, me quedase en esta niñez imprimido
el camino de la verdad. De que vi que era imposible
ir adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser ermitaños,
y en una huerta que había en casa procurábamos,
como podíamos, hacer ermitas poniendo unas pedrecillas,
que luego se nos caían, y ansí no hallábamos remedio
en nada para nuestro deseo; que ahora me pone devoción
ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo perdí
por mi culpa. |
|
-----------------------------------------------------------
|
|
«Acuérdome
que cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce
años, poco menos; como yo comencé a entender lo
que había perdido, afligida fuíme a una imagen de
Nuestra Señora y supliquéle fuese mi madre con muchas
lágrimas. Paréceme que aunque se hizo con simpleza,
que me ha valido, pues conocidamente he hallado
a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado
a ella y, en fin, me ha tornado a sí.»
(Del capítulo I de la Vida de la Santa Madre Teresa
de Jesús, que escribió ella misma por mandado de
su confesor.)
«Sea Dios alabado por siempre, que tanta merced
ha hecho a vuestra merced, pues le ha dado mujer,
con quien pueda tener mucho descanso. Sea mucho
de enhorabuena, que harto consuelo es para mí pensar
que le tiene. A la señora doña María beso siempre
las manos muchas veces; aquí tiene una capellana
y muchas. Harto quisiéramos poderla gozar; mas si
había de ser con los trabajos que por acá hay, más
quiero que tenga allá sosiego, que verla acá padecer.»
(De una carta que desde Avila, a 15 de diciembre
de 1581, dirigió la Santa Madre y Tía Teresa de
Jesús, a su sobrino don Lorenzo de Cepeda, que estaba
en Indias, en el Perú, donde se casó con doña María
de Hinojosa, que es la señora doña María de que
se habla en ella.)
En el capítulo II de la misma susomentada Vida,
dice la Santa Madre Teresa de Jesús que era moza
«aficionada a leer libros de caballerías» — los
suyos lo son, a lo divino — y en uno de los sonetos,
de nuestro Rosario de ellos, la hemos llamado:
Quijotesa a lo divino que dejó asentada nuestra
España inmortal, cuya es la empresa: sólo existe
lo eterno; ¡Dios o nada!
Lo que acaso alguien crea que diferencia a Santa
Teresa de Don Quijote, es que éste, el Caballero
— y tío, tío de su inmortal sobrina— se puso en
ridículo y fue el ludibrio y juguete de padres y
madres, de zánganos y reinas; pero ¿es que Santa
Teresa escapó al ridículo? ¿Es que no se burlaron
de ella? ¿Es que no se estima hoy por muchos quijotesco,
o sea ridículo, su instituto, y aventurera, de caballería
andante, su obra y su vida?
No crea el lector, por lo que precede, que el relato
que se sigue y va a leer es, en modo alguno, un
comentario a la vida de la Santa española. ¡No,
nada de esto! Ni pensábamos en Teresa de Jesús al
emprenderlo y desarrollarlo; ni en Don Quijote.
Ha sido después de haberlo terminado, cuando aun
para nuestro ánimo, que lo concibió, resultó una
novedad este parangón, cuando hemos descubierto
las raíces de este relato novelesco. Nos fue oculto
su más hondo sentido al emprenderlo. No hemos visto
sino después, al hacer sobre él examen de conciencia
de autor, sus raíces teresianas y quijotescas. Que
son una misma raíz. ¿Es acaso éste un libro de caballerías?
Como el lector quiera tomarlo. . . Tal vez a alguno
pueda parecerle una novela hagiográfica, de vida
de santos. Es, de todos modos, una novela, podemos
asegurarlo. No se nos ocurrió a nosotros, sino que
fue cosa de un amigo, francés por más señas, el
notar que la inspiración — ¡perdón! — de nuestra
nivola Niebla era de la misma raíz que la de La
vida es sueño, de Calderón. Mas, en este otro caso,
ha sido cosa nuestra el descubrir, después de concluida
esta novela que tienes a la vista, lector, sus raíces
quijotescas y teresianas. Lo que no quiere decir,
¡claro está!, que lo que aquí se cuenta no haya
podido pasar fuera de España. |
|
-----------------------------------------------------------
|
|
Antes de terminar
este Prólogo queremos hacer otra observación que
le podrá parecer a alguien quizás sutileza de lingüista
y filólogo, y no lo es sino de psicología. Aunque
¿es la psicología algo más que lingüística y filología?
La observación es que así como tenemos la palabra
paternal y paternidad que derivan de pater, padre,
y maternal y maternidad, de mater, madre, y no es
lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo maternal,
ni la paternidad y la maternidad, es extraño que
junto a fraternal y fraternidad, de frater, hermano,
no tengamos sororal y sororidad, de soror, hermana.
En latín hay sororius, a, um, lo de la hermana,
y el verbo sororiare, crecer por igual y juntamente.
Se nos dirá que la sororidad equivaldría a la fraternidad,
mas no lo creemos así. Como si en latín tuviese
la hija un apelativo de raíz distinta que el de
hijo, valdría... |
|
|
|
Descargue
la obra completa original
en PDF desde la Biblioteca Nacional de España:
|
|
|
|
|
|