Dominio
público |
|
Seis días
fuera del mundo
|
Juan Pérez
Zúñiga
|
|
|
|
A
Serafín y Joaquín Alvarez Quintero,
autores de muchas joyas teatrales, escritores que,
a la cabeza de la juventud intelectual contemporánea
y demostrando con obras su valer, han adquirido
envidiable y sólida popularidad.
Su admirador y entusiasta sincero |
Juan
Pérez Zúñiga
|
|
I
|
|
Era una noche de
primavera.
Sin embargo, acababa yo de cenar modestamente, en
compañía de mi apreciable familia, y me disponía
a trabajar un par de horas en la segunda parte de
mi extravagante obra Doña Tecla en Pomotú,
cuando a poco de sonar las diez en un reloj (que
es donde suelen sonar esas cosas generalmente),
se personó en mi despacho la doncella, y me dijo
con voz argentina, cosa muy natural habiendo nacido
la chica en Buenos Aires:
Señorito, ha llamado un caballero que
desea verle y me ha dicho que le entregue a usted
esta tarjeta |
|
|
|
No
conozco a tal señor dije a la doméstica; pero
hazle pasar y veremos qué se le ofrece a estas horas.
Está muy bien.
Yo quedé con la vista fija en tan extraña tarjeta,
la doncella salió a cumplir mi orden y a los pocos
segundos llegó hasta mí, haciendo reverencias, el
sujeto más raro que pueden ustedes imaginarse.
Alto y seco, calvo hasta cierto punto, con melenas
grises y gafas verdes, con un traje raído que al
parecer era traje de maflana y aun de pasado mañana,
porque debía de ser el único de su pertenencia,
el rostro mondo y lirondo (más lirondo que mondo),
mirada dura y sombrero blando, una caja debajo del
brazo derecho y un rollo de papeles con envoltura
de hule debajo del izquierdo.
Buenas nochesme dijo.
Felices le respondí.
Perdone usted que le interrumpa ...
No, señor. Aún no había comenzado á trabajar.
Me refiero á la digestión; porque supongo
que habrá usted cenado hace poco y estará usted
consagrado a los pasatiempos gástricos propios del
caso.
Bien. ¿Y qué se le ofrece á usted?
Hacerle a usted saber que soy inventor de
un aparato que surca los espacios y proponerle que
me ayude en mis experimentos. ¿Yo?
Sí tal. Sé que usted ha viajado mucho con
Xaudaró, porque he leído sus Viajes morrocotudos,
y recordando las agallas que ha tenido usted para
lanzarse a tan arriesgadas empresas, se me ha ocurrido
exponer a usted mi invento e invitarle a realizar
conmigo un viaje a lo alto, puesto que los viajes
a lo largo están ya gastadísimos y no tardarán
en hacerse completamente cursis.
Tan poco tranquilizadora era la facha de D. Pompeyo
y tan extraño lo que me estaba diciendo, que temí
ser víctima de las inconscientes hazañas de un loco
rematado, cuando no de las de un anarquista feroz.
Pero le dejé hablar y prosiguió de esta manera:
El hombre puede sustraerse á la gravitación,
¿sabe usted? Yo, por medio de cierto mecanismo,
del cual voy a sacar patente de invención, puedo
elevarme dentro de un cajón, salir de nuestra atmósfera,
recorrer los astros y regresar á la Tierra cuando
se me antoje.
Como quien dice: yo puedo salir de Madrid,
dar la vuelta por Getafe o por Torrelodones ...
y a casita, ¿no es esto?dije yo, burlándome
del invento... |
|
|
|
Descargue
la obra completa original
en PDF desde la Biblioteca Nacional de España:
|
|
|
|
|
|