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ACTO UNICO
Escena única
Una sala no muy grande apenas iluminada por la luz
de una farola que entra desde la calle a través
de los dos balcones con los que cuenta la estancia,
cuyos cristales la suciedad ha formado una pátina
gris parduzca que no se ha limpiado en años. Los
únicos muebles que vemos en la habitación son siete
viejas sillas de madera dispuestas en un amplio
semicírculo entorno a un centro imaginario hacia
el cual parecen estar enfrentadas. Cada una de las
sillas se encuentra iluminada por una fuente de
iluminación cenital que las hace destacar de la
penumbra en la que se halla sumido el salón. En
la pared del fondo de la estancia, ligeramente desplazada
hacia la derecha, se encuentra la puerta de acceso
a la habitación, desde la cual se barrunta lo que
podría ser un pasillo.
Escuchamos cómo alguien introduce la llave en la
cerradura de la puerta de la vivienda, cierra ésta
tras acceder a la casa y avanza con lentitud y torpeza
hacia el salón.
Al traspasar la puerta del salón vemos que se trata
de un anciano espigado que parece sufrir algún tipo
de demencia cognitiva en estado avanzado. El hombre,
que ya habrá cumplido los ochenta, se dirige con
lentitud y torpeza hacia el interior del salón.
LUIS, al que vemos en zapatillas de casa, pijama
y bata corta anudada a la cintura, se detiene frente
a las sillas dispuestas en semicírculo y observa
éstas con expresión vacía; algo desorientado, se
aproxima hacia uno de los balcones, a través del
cual dirige una inexpresiva mirada a la calle. Después
se sienta en la silla que tiene más próxima. Su
ubicación, quizá por situarse de espaldas a los
balcones o por cualquier otra razón que se nos escapa,
no acaba de convencerle. Luis se levanta y escoge
para sentarse la silla situada justo enfrente, la
que se encuentra más próxima a la pared derecha
de la sala y la última que conforma el semicírculo
por uno de sus extremos. El hombre recorre con la
mirada las sillas que tiene frente a sí y luego
baja la vista. Escuchamos cómo alguien introduce
una llave en la cerradura de la puerta de la casa.
Luis no se inmuta. Una mujer también anciana, pero
ligeramente más joven que Luis, entra en la estancia.
Aunque no puede ocultar su procedencia humilde,
viste de calle y con la dignidad propia de una persona
con cierta clase y cultura. VICTORIA entra en el
salón y se coloca tras el respaldo de la silla situada
en cuarta posición con respecto a la que ocupa Luis,
dejando dos sillas vacías entre ambos. La mujer
apoya las manos en el respaldo y se queda mirando
a Luis con fijeza. Luis alza la vista y mira a la
mujer como si no la reconociera.
VICTORIA
¿Por qué me miras así? ¿Es que no sabes quién soy?
El anciano no hace el menor gesto.
VICTORIA (alzando la voz, airada)
¡Luis, te estoy hablando! ¡Desde luego esto es el
colmo! ¿Es que no recuerdas nada? (pausa). Soy Victoria,
tu mujer. No creo que cuarenta y nueve años puedan
olvidarse tan fácilmente.
Luis baja la mirada hacia sus zapatillas sin prestar
atención a la mujer. Victoria resopla, indignada,
deja su bolso y su abrigo en la silla que ha escogido
aparentemente al azar y sale del salón con ...
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