Cuando se habla de calidad en lo que a artículos comerciales se refiere, soy de los que esbozan un rictus cínico al respecto. La lista de objetos adquiridos a precios bastante caros y que me han decepcionado con sus fallos de fábrica o sobrevenidos es interminable, y enumerarla sólo supondría un castigo tanto para mí como para quien me escuchase o leyera. Sin embargo puedo citar una excepción dentro de las firmas que publicitan las virtudes de su género sin falta a la verdad: Productos Concienzudos S.A. He encontrado un paraguas con el logotipo de dicha empresa y me ha convencido su óptima calidad. Mientras el agua me rodea por doquier, el espacio protegido por mi hallazgo permanece sin una sola gota; incluso podría fumar si me apeteciera. Sospecho que quien lo ha perdido se estará lamentando. No creo que exista alguien capaz de tirar una cosa tan práctica, pero ¿cómo vendría a parar aquí? Esa duda se perfila en mi cabeza mientras los peces pasan a mi alrededor, con el derecho que les otorga ser los legítimos moradores de estas profundidades submarinas por cuyo fondo arenoso camino ahora, tras toparme con el paraguas clavado en él.